¿Por qué los pueblos no pueden morir?

Published in La España Vaciada

¿POR QUÉ LOS PUEBLOS NO PUEDEN MORIR?

¿Por qué los pueblos no pueden morir? ¿Por qué no podemos dejar morir al mundo rural? El mundo rural tendrá que hacer sus esfuerzos para adaptarse a la sociedad del siglo XXI, y eso va a requerir cambios legislativos que fomenten la actividad económica en los pueblos, e inversiones en infraestructuras viarias y de comunicaciones que eviten el aislamiento. La posibilidad de trabajar desde casa, desde un pueblo, desde un lugar mucho más humano que una gran ciudad, es una posibilidad real si las comunicaciones son buenas.


También va a requerir de iniciativas privadas que exploten lo que el campo ofrece en abundancia: terreno, tranquilidad y calidad de vida. Eso puede traducirse en iniciativas privadas que exploten el turismo rural, la agricultura ecológica, las posibilidades logísticas y la generación de electricidad a partir de recursos renovables, como los recursos hidráulicos, eólicos, solares o biomásicos. El mundo rural necesita emprendedores que crean en las posibilidades que brindan los pueblos. Existe un mundo rural posible sin subvenciones, sin limosnas, pero con emprendedores a los que no se les ponga trabas para desarrollar sus ideas. El mundo rural necesita una visión ecologista actualizada, una ecología del siglo XXI, y no una ecología axfisiante para la economía rural. También necesita una administración moderan y unas infraestructuras acordes con el siglo actual.

Pero sin duda, los cambios legislativos y las inversiones públicas, que no las limosnas, son necesarias, imprescindibles. ¿Por qué las administraciones no pueden dejar morir a los pueblos? ¿Por qué la sociedad no puede dejar morir a los pueblos ni cruzarse de brazos ante la pasividad de los políticos nacionales o regionales? Por cuatro razones fundamentales: porque no es justo, porque significa una pérdida del patrimonio cultural, porque no es inteligente desde el punto de vista demográfico y porque los pueblos son proveedores de las ciudades, y nadie en su sano juicio acaba con quienes les proveen de cosas como alimentos, ocio o energía.

No es justo porque cada individuo debe tener la posibilidad de vivir donde desee, sin que eso signifique un peor acceso a la educación, a la sanidad o a las comunicaciones del mundo contemporáneo. Los habitantes del mundo rural pagan los mismos impuestos que los del mundo urbanita, están sujetos a la misma fiscalidad, y en cambio, reciben mucho menos. Eso no es justo. Cada uno debe vivir donde crea, donde estén sus raíces o en el lugar que se ajusta a sus deseos, con ciertas facilidades o dificultades asociadas a esas decisiones, pero sin que esas dificultades supongan un verdadero impedimento.

No es acertado desde el punto de vista cultural porque cada pueblo tiene una serie de costumbres, fiestas, tradiciones, hasta comidas típicas, que se pierden cuando desaparece el pueblo. Perder las tradiciones supone perder la cultura, la gastronomía, las costumbres, y supone una pérdida de la diversidad cultural. Si queremos ser todos norteamericanos y vivir la cultura norteamericana dejemos morir a los pueblos. Pero si queremos algo más diverso que halloween, papa Noel, hamburguesas y beisbol, miremos en nuestras fuentes culturales, que se encuentran en los pueblos.

Y si dejamos morir a los pueblos, ¿Quién nos surtirá de alimentos? ¿América, Asia, África? ¿Dejaremos de un lado la huerta, el producto fresco la agricultura y la ganadería sostenibles y comeremos comida envasada o de países de los que terminaremos dependiendo? No, dejar morir a los pueblos no es inteligente si queremos asegurar la alimentación y la alabada dieta mediterránea.

No es inteligente para la sociedad dejar morir a los pueblos porque desde un punto de vista demográfico agrupar a todos los individuos en unas pocas ciudades les hace competir por el espacio, incrementa los precios de las viviendas en las ciudades hasta un punto impagable, y congestiona las vías de circulación. 45.000.000 de personas viviendo en unas pocas ciudades hace que éstas sean inhabitables. ¿queremos ser como Ciudad de México, como El Cairo, como Bangkok? Pues no hay más que dejar morir a los pueblos de la España central e irnos todos a las cinco grandes ciudades y a las costas. No, eso no es inteligente desde el punto de vista demográfico.

Por justicia, por cultura, por suministros y por inteligencia, los pueblos no pueden morir.

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